La cuenca minera de Riotinto, al igual que toda la provincia de Huelva, ha sido siempre un territorio en el que se han dado encuentro diversos pueblos, culturas y civilizaciones; desde los míticos tartessios hasta los romanos; desde los fenicios hasta los árabes o ya más modernamente desde los ingleses hasta nuestros compatriotas de las diversas provincias andaluzas y del resto España. Ha sido y sigue siendo en la actualidad un lugar de empatía y solidaridad, de acogida y de amistad, y sobre todo de conciencia social y de fraternidad, cualidades de las que nos cabe la satisfacción de haber tenido la oportunidad de comprobar y vivir en el transcurso de la realización del presente estudio.
En la actualidad, la Cuenca minera de Riotinto, está compuesta por siete municipios, de los que dos de ellos se separaron de Zalamea la Real, núcleo original y madre de toda la comarca, en el siglo XIX. Tal es el caso de Minas de Riotinto, que se independiza en 1841 y de Nerva que lo hace en 1885. El Campillo se segrega en 1931.
En el mismo sentido, es de rigor precisar que el lugar conocido secularmente durante más de mil años como “Riotinto” y posteriormente como “Riotinto Aldea”, se corresponde hoy con la actual Nerva. Al mismo tiempo, el conocido en el siglo XVIII como “Las Minas” y posteriormente como “La Mina Abajo” o “Riotinto Mina”, ya desaparecido, se independiza como municipio en 1841,y es lo que hoy administrativamente constituye el municipio de “Minas de Riotinto” que es normalmente llamado “Riotinto”. (RIOJA BOLAÑOS, A. 1984; FERRERO BLANCO, M. D. 1994: 19-22)
Otro detalle de importancia, es que durante unos meses de 1868, la actual Nerva, entonces “Riotinto Aldea” fue declarada como la independiente “Villa de la Libertad”, a resultas de la rebelión cantonalista de 1868 asociada al proceso revolucionario republicano-federalista desarrollado en España; que como es sabido, fue iniciado en Cádiz el 17 de septiembre de 1868 con el levantamiento del almirante Topete y el derrocamiento de la monarquía de los Borbones, culminando con la breve vida de la Iª República Española, proclamada en junio de 1873 y terminada en enero de 1874. Posteriormente, el 7 de agosto de 1885, será cuando definitivamente el núcleo de población “Riotinto Aldea” se convierta en la actual “Villa de Nerva”.
El río Tinto, que atraviesa la comarca en su parte más oriental en dirección Norte-Sur con el peculiar tono rojizo de sus aguas, debido a las altas concentraciones de mineral que producen depósitos sedimentarios de un singular color ocre; los restos arqueológicos encontrados que ponen de manifiesto la antigüedad de la explotación minera; la impresionante presencia de la “Corta Atalaya” testigo de las mudas heridas geológicas y humanas producidas por las explotaciones mineras a cielo abierto iniciadas en el siglo XIX y continuadas en el XX; los sugestivos promontorios de escorias que impactan la retina de cualquier observaprueba de la colonización cultural inglesa en la zona; el ferrocarril minero, testimonio de la revolución industrial y del transporte, así como numerosos detalles naturales, geográficos, tecnológicos, culturales y sociales, hacen de toda la zona, una riquísima y asombrosa fuente de historia y de vida, en la que se condensan paisaje y cultura, sufrimiento y progreso; industrialización y luchas sociales; y sobre todo una vivencia, en la que todo gira en torno a “la mina” como origen de cultura, de proyectos, de esperanzas y sobre todo de vida en la que se mezclan suelo, sangre y sudor con alegría, coraje y ternura. Este es precisamente uno de los aspectos más importantes a los que hemos tenido la oportunidad de acercarnos y descubrir con gran satisfacción.
Por ello, no nos resistimos a traer aquí las palabras de Esteban Ruíz Ballesteros, doctor en Antropología Cultural y profundo conocedor de la comarca, que de una forma especialmente sensible, nos dice que «...La mina es para sus habitantes un concepto total, que nos habla de trabajo, de vida, de paisajes, de sonidos, de historia, de relación amor-odio. No es sólo un espacio, es más bien una forma de espacio, un carácter de espacio. No tiene por qué estar ligado a la producción, puede estar abandonado hace decenios pero sigue siendo mina. La mina es algo con mayúsculas, que se mueve por el espacio y el tiempo, con lógica propia, de límites difusos y que impregna a una comarca, y penetra en las mentes de sus habitantes como principal elemento de ordenación de territorios y vidas. Definirla no tiene mucho sentido, porque los principios no se definen, sino que se asumen porque sí, porque siempre ha ido así,¿Podría ser de otra forma? Si tuviera que quedarme con un sólo calificativo, la mina sería devenir: cambio, sorpresa, coyuntura, transformación, inquietud, contingencia; en definitiva lo más cercano a lo vivo en tránsito hacia la muerte, a lo biológico. Y todo esto toma consistencia en el territorio minero, y se refleja en sus habitantes porque están marcados por él...» (RUÍZ BALLESTEROS, E. 1997)
Efectivamente y tal como señala el profesor Ruíz Ballesteros la mina se caracteriza por su capacidad de transformación, de cambio, de movimiento, de dinamismo, es realmente lo más semejante a algo vivo, porque también integra sorpresas, limitaciones, problemas, accidentes y numerosas dificultades. Así y al igual que la mina , más allá del espacio físico y económico, es ante todo en un espacio humano lleno de vitalidad, la Escuela de nuestra Experiencia, fue también precisamente eso: algo enormemente fresco, dinámico, novedoso y apasionante no exento también de sorpresas, obstáculos y sinsabores. Y de la misma forma en que la que la mina ha configurado una manera de ver el mundo, una forma de vivir y convivir en los habitantes de la comarca, la Experiencia también ha hecho lo mismo con los alumnos y profesores que participaron en ella: ha contribuido a desarrollar en ellos una forma singular de ver la realidad y especialmente unas experiencias que han marcado para siempre sus procesos de maduración personal.